patos ateridos soportando un crudo día de invierno, inmóviles y bién arropados con su cálido y denso plumón. El blanco del papel resolvió con facilidad y limpieza los depósitos de nieve. Con los reflejos de sus cuerpos en el agua he de confesar que me extasié, todavía recuerdo la suma atención que puse en su ejecución y la satisfación que me produjo.
Fué un verdadero placer llevarlo a cabo.
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